-ElectroChemicals- Las falacias de una persona comiendo manzana.
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28 de febrero de 2007

Microcuento II.

"Haz lo que quieras conmigo. Soy tuya. Me entrego a ti".
Y él, mirándola a los ojos, tomó delicadamente su mano y la besó.
"Yo también soy tuyo".

20 de febrero de 2007

Error fatal.

Querida María Jesús:
Amiga, ya no sé qué hacer. Tengo un problema que me ha seguido durante años, y ya no tengo a nadie más que recurrir. Sé que íbamos a intentar dejar de lado los problemas, pero esto ya es demasiado. Necesito que me ayudes.
¿Recuerdas cuando mi esposo murió? Hace 5 años y 4 meses, exactamente. Mi pequeña Esperanza tenía apenas 10 años, no entendía lo que pasaba.
Logré que me entendiera bien hace un par de años, cuando consideramos con mis padres que ya tenía la suficiente madurez como para explicarle todos los detalles. Bueno, la pequeña ya tiene 15 años.
Ya nada me sale bien, Jesús. Ni puedo redactar bien. Las ideas me torturan, me colapsan.
No sé si sabrás esto, así que te lo contaré desde el principio. Logré sentir una etapa superada y dejarme convencer por mi familia. Después de todo, supongo que tenían razón: una mujer de 40 años y de buen estado no se va a quedar sola toda la vida.
El problema empezó el día de la muerte de Javier. Esperanza estaba cada día más callada, hasta que un día con suerte logró saludarme. Me enteré por la escuela de la cantidad de problemas que estaba causando, porque la echaron.
La comunicación volvió a estabilizarse una vez que, con ayuda profesional, le expliqué lo de su padre. Cómo murió, porqué...
Pero ahora, ya ni la ayuda profesional me sirve. ¡Me siento como la peor madre de la faz de la tierra! Me sentía tan bien, tan apoyada. Comencé a salir con un hombre que me presentaron, que ni te diré el nombre.
Mira, se me va a acabar el tiempo. La cosa es que, cómo explicártelo. Iba todo tan bien. Pero al llevar un tiempo con él, mi hija volvió a dejar de hablarme. No logré entender porqué, pensé que eran celos pasajeros. Él era tan bueno con ella...
María Jesús. Lo encontré desnudando a mi pequeña en su habitación, un día que llegué antes. Lo último que supe de él es que no alcanzó a tocarla, era la primera vez que hacía algo así. Ni supe la sentencia.
Esperanza está con ayuda profesional, y tiene fobia a los hombres. Estuvo un tiempo viviendo con sus abuelos, y ahora pasa las vacaciones en casa de una amiga fuera del país. ¿Cómo podré verla llegar de vuelta a mi hogar?
¡Dime, María Jesús! ¿Qué debo hacer para que ella me vea como su madre?
Por favor...



Muéstrale esta carta una vez que esté en tus manos. Dile que siempre la querré, y la estaré protegiendo. Dile que me perdone...

15 de febrero de 2007

06. Amigo.

Bueno, hace un tiempo me encontraba en el sur. Se podría decir que en la playa, pues teníamos en parte acceso a una playa privada. Pero me gustaba más hablar del campo en el que nos instalamos.

Pasó hace un par de semanas, pero el recuerdo sigue como si hubiera sido ayer. Fuimos a Puerto Varas, en un agotador viaje para llegar a ver una pequeñísima ciudad totalmente cambiada – para mal. Recorrimos las ferias y calles sin encontrar mucho más que ruido y turistas de otras partes del mundo.

Me encontraba viendo un adorno espectacular. Para comenzar, fue el local en sí el que me llamó la atención: un tipo de ojos claros tocando esos pequeños tambores al estilo cumbayá. Espero que me entiendan. Tenía buen ritmo, agradable.

Mas, lo que me hipnotizó no fueron sus cristalinos ojos, sino el dragón recién tallado que tenía en vitrina. No era de mayor tamaño, pero sus buenas terminaciones fueron quienes me llevaron hacia él. Un color perfecto, un tamaño ideal. Sostenía una pequeña gemita entre sus garras, lo que le daba el pequeño toque.

Y aún así de fascinada, me retiré indignada del lugar. Más allá de su precio – el cual era bastante razonable para lo que era aquella pequeña pieza exclusiva –, fue la actitud del tipo. “¿Es para un hombre? Mira, le va a encantar. Es algo totalmente exclusivo, masculino.” Lo quería para mí, para mi propio espacio. No para un hombre, demonios.

Molesta iba caminando, hasta que siento que mi celular se movía. “¡No sabía ni que tenía señal!”. Era mi buen amigo, Luis, que iba caminando por la playa y se había acordado de mí. Le contesté algo confundida, pensando que podría haber pasado algo – para bien o para mal.

En fin, era solo un tierno gesto por saludarme y preguntar cómo estaba. Mi problema fue que, después de todo, era demasiado bueno como para ser verdad: perdía la señal y la batería. Sí: “batería baja”. Que enojo me vino.

Pero pensando en aquella pequeña sutileza fue que me tranquilicé. Tuve que decirle que habláramos más tarde por problemas técnicos, pero no pude volver a comunicarme con él. En la casa en la que estábamos no tenía ni un mínimo intento de señal, y luego crucé la frontera del país.

Así que, amigo, si llegas a leer esto, espero te contente igual que a mí cuando me llamaste. Perdona por no haberte devuelto el llamado, espero me entiendas. Ya sé que cuando cambie mi celular, debo pedir el que tenga más capacidad de señal antes de lo bonito que sea.

05. Los alemanes.

Y sentía la lluvia a mi alrededor, mientras cruzaba el angosto pasillo de madera. “Este debe ser mi día de suerte”.

El calor nos tenía totalmente invadidos. Llevaba más de dos semanas así, lo que era considerado una sequía total para la zona. Bueno, la verdad, llevaba mucho más tiempo con este clima, pero había habido algún par de lloviznas.

Debe haber sido gracias a aquellos extranjeros que recogimos hace un par de días atrás. Una pareja alemana, algo perdidos y de mochileo por Chile. Ubicaban a mi hermano, Carlos, quien les había dicho que hablaran con nosotros para ayudarlos.

Y así fue. Los fuimos a recoger en una pequeña lancha que arrendamos todos los años, sin poder entenderles una sola palabra de lo que hablaban. Los dejamos en una casita en la que guardamos nuestras cosas y les llevamos algo de comida.

Fue algo bastante tierno. Ambos eran muy curiosos, y les gustaba ayudarnos. Los invitamos a almorzar un día, pues aunque no pudiéramos comunicarnos verbalmente nos cayeron muy bien. Y así fue como murieron de amor por nuestras vacas, a las cuales llegaron a ordeñar. Estaban tan felices.

Pero había algo que siempre intentaban decirnos, sin poder entenderles. Señalaban el estómago del joven alemán, poniendo unas caras extrañas de preocupación.

Fue triste. No logramos nunca entender que el joven estaba enfermo… descubrimos su lombriz solitaria demasiado tarde.

04. Tormenta.

El viento soplaba fuerte. Tal vez demasiado.

Pero no era su culpa. Ella no había hecho nada más que encender la radio, buscando ingenuamente encontrar alguna estación que llegara hasta donde ella se ubicaba.

Las hojas de los árboles aprovechaban escapar con el viento, dándoles así una apariencia mucho más tenebrosa a los pálidos troncos. Primer día y ya todo estaba quedando mal.

Lo curioso fue que era pleno verano. ¿Tormenta en verano? No era lo usual, le había dicho la gente de por ahí. Totalmente indefensa, optó por refugiarse dentro de la casa. ¿Qué más podría hacer? No le causaba mucha confianza salir a tomar un paseo, menos con la poca luz que había – y se iba yendo a causa del atardecer.

Sin más luz que una linterna que encontró en un almacén, se metió a su cama para calmarse. Seguía vestida, por lo que sólo se cobijó con una mantita. Parecía un pequeño ovillo asustado.

Parecía que de verdad una maldición la seguía. Se encontraba en un lugar más bien cálido, y los habitantes a su alrededor se sorprendían por el fuerte cambio de clima. “Tenía que ser cuando yo llegaba, por supuesto…”

Todo lo que ella había visto en postales, ya no existía. Las flores caían, encorvadas, con la fuerte lluvia que se apoyaba sobre ellas; y los truenos y relámpagos hacían gritar a los niños. Estaba claro: sus vacaciones nunca lograrían ser algo verdaderamente grato. Siempre había algún obstáculo para ella; descansaba más en su propia casa a que saliendo a algún lado.

03. Animé.

Mucha gente desprecia el animé o animación japonesa por ignorancia. Hay gente que se basa en argumentos vacíos para burlarse de la gente que ve estas famosas “caricaturas” pensando que no son más que “pokemones y cosas para niños”.

Pero no es así. Yo quise comprobar por mi misma de qué se trataba todo ese mundo otaku, investigando un poco y revisando con paciencia las series.

Me llevé una grata sorpresa. Hasta el día de hoy sigo bajándome series o yendo al famoso “Kodama fan sub”, donde estrenan algunas novedades y muestran películas. Hay gente de todas las edades, incluso padres jóvenes llevan a sus niños desde pequeños.

Los temas son increíblemente variados. Y muchas veces la gente los prefiere porque hay cosas que simplemente no se pueden expresar o mostrar en la televisión “en persona”. Han creado un mundo perfectamente completo, en el que nada es imposible.

Hay mucho por donde elegir. Dibujo, temas, categorías… es toda una fantasía. Y debo admitir que la música que usan los japoneses para sus series es algo que nunca antes hubiera descubierto. Una dedicacion tal…

Por supuesto que hay gente que pasa a un extremo, pero como en todos los casos. En un principio los llamaban “otakus”, y se especializaban obsesionadamente en todo tipo de series e incluso pasaban a ser desadaptados sociales, encerrándose en un mundo de fantasías y animaciones. Pero la palabra ahora se utiliza para hablar de cualquier persona que vea, con suerte, una serie; o que se maneje en el tema.

Se ve a esta gente que sigue la animación japonesa como algo digno de burla, así como cualquier tipo de persona que salga del prototipo social. Pero no son más que aficionados, una comunidad totalmente abierta y creativa para todas las edades.

Es mas, incluso llegan a hacer eventos y pueden ganar premios. La cosa es tomarlo como algo entretenido, tal vez como un hobby: ver series, dibujar, hacer comics, leer mangas, participar en cosplays… nadie tiene por dónde quedarse fuera.

02. Nubes de algodón.

A pesar de aquella hermosa vista que por primera vez en mi vida veía, no podía dejar de contemplarla. “Y la veía, cómo con sus inocentes ojitos veía aquellos dulces algodones en el cielo…”. Cómo poder dejar desapercibida aquella tierna escena.

Estaba apoyada sobre el mango del auto, dejando descansar su carita rosada sobre sus manitas. Sus ojos brillaban como nunca, ella vivía su propio cuento de hadas. Aunque debo admitirlo, tampoco yo nunca había visto nubes como aquéllas. Me dejaban pensando, me hipnotizaban; intenté sacarles una foto y así guardarlas para siempre, mas no me dejaron más que quedarme con las ganas. No fui capaz de sacar mi cámara, no podía caer en el pecado de dejar de ver aquellas maravillas.

Y con esa misma carita pequeña y rosada, la pequeña me dio unos golpecitos en el brazo para llamarme la atención.

¿Cómo puede flotar ese algodón?

Pues ella había intentado crear su propia nube, sacando del material que teníamos en casa.

01. Experimento vacas.

Son cosas de la vida que pasan, nada más. Pero de esa forma se nota tan simplemente la psicología en lo cotidiano...

Bueno, la situación al menos era bastante simple. Había tres vacas hechadas en el camino; dos a un lado y una sola al otro. El experimento consistió en comparar los distintos puntos de vista e ideas que se veían.


Caso 1: dijo de manera burlesca y cómica, “Miren esas vacas allá, están como echadas tomando el té como las viejas. Copuchando y tomando sol”.

Caso 2: fue algo más bien serio. “Oh, fíjense. Son como dos mujeres y un hombre, conversando o tal vez él coqueteando y cortejándolas a ambas.”

Caso 3: “Parece ser un matrimonio, juntos a un lado, hablando con alguna otra persona. Tal vez con un terapeuta…”


Fueron los únicos resultados, pues nadie más se fijó en detalles como vacas en el pasto. ¿Lo curioso? Es que los tres casos pertenecen a la misma persona, quien las vio una sola vez y se puso en el lugar de un experimento.

Yo.