-ElectroChemicals- Las falacias de una persona comiendo manzana.
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20 de febrero de 2007

Error fatal.

Querida María Jesús:
Amiga, ya no sé qué hacer. Tengo un problema que me ha seguido durante años, y ya no tengo a nadie más que recurrir. Sé que íbamos a intentar dejar de lado los problemas, pero esto ya es demasiado. Necesito que me ayudes.
¿Recuerdas cuando mi esposo murió? Hace 5 años y 4 meses, exactamente. Mi pequeña Esperanza tenía apenas 10 años, no entendía lo que pasaba.
Logré que me entendiera bien hace un par de años, cuando consideramos con mis padres que ya tenía la suficiente madurez como para explicarle todos los detalles. Bueno, la pequeña ya tiene 15 años.
Ya nada me sale bien, Jesús. Ni puedo redactar bien. Las ideas me torturan, me colapsan.
No sé si sabrás esto, así que te lo contaré desde el principio. Logré sentir una etapa superada y dejarme convencer por mi familia. Después de todo, supongo que tenían razón: una mujer de 40 años y de buen estado no se va a quedar sola toda la vida.
El problema empezó el día de la muerte de Javier. Esperanza estaba cada día más callada, hasta que un día con suerte logró saludarme. Me enteré por la escuela de la cantidad de problemas que estaba causando, porque la echaron.
La comunicación volvió a estabilizarse una vez que, con ayuda profesional, le expliqué lo de su padre. Cómo murió, porqué...
Pero ahora, ya ni la ayuda profesional me sirve. ¡Me siento como la peor madre de la faz de la tierra! Me sentía tan bien, tan apoyada. Comencé a salir con un hombre que me presentaron, que ni te diré el nombre.
Mira, se me va a acabar el tiempo. La cosa es que, cómo explicártelo. Iba todo tan bien. Pero al llevar un tiempo con él, mi hija volvió a dejar de hablarme. No logré entender porqué, pensé que eran celos pasajeros. Él era tan bueno con ella...
María Jesús. Lo encontré desnudando a mi pequeña en su habitación, un día que llegué antes. Lo último que supe de él es que no alcanzó a tocarla, era la primera vez que hacía algo así. Ni supe la sentencia.
Esperanza está con ayuda profesional, y tiene fobia a los hombres. Estuvo un tiempo viviendo con sus abuelos, y ahora pasa las vacaciones en casa de una amiga fuera del país. ¿Cómo podré verla llegar de vuelta a mi hogar?
¡Dime, María Jesús! ¿Qué debo hacer para que ella me vea como su madre?
Por favor...



Muéstrale esta carta una vez que esté en tus manos. Dile que siempre la querré, y la estaré protegiendo. Dile que me perdone...

1 comentario:

Anónimo dijo...

dramatico, simple....un final abierto para el lector.Cosas que pasan... tiempo sin pasearme por aqui.... interesante volver.
saludos
atte
Ursulita