-ElectroChemicals- Las falacias de una persona comiendo manzana.
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15 de febrero de 2007

06. Amigo.

Bueno, hace un tiempo me encontraba en el sur. Se podría decir que en la playa, pues teníamos en parte acceso a una playa privada. Pero me gustaba más hablar del campo en el que nos instalamos.

Pasó hace un par de semanas, pero el recuerdo sigue como si hubiera sido ayer. Fuimos a Puerto Varas, en un agotador viaje para llegar a ver una pequeñísima ciudad totalmente cambiada – para mal. Recorrimos las ferias y calles sin encontrar mucho más que ruido y turistas de otras partes del mundo.

Me encontraba viendo un adorno espectacular. Para comenzar, fue el local en sí el que me llamó la atención: un tipo de ojos claros tocando esos pequeños tambores al estilo cumbayá. Espero que me entiendan. Tenía buen ritmo, agradable.

Mas, lo que me hipnotizó no fueron sus cristalinos ojos, sino el dragón recién tallado que tenía en vitrina. No era de mayor tamaño, pero sus buenas terminaciones fueron quienes me llevaron hacia él. Un color perfecto, un tamaño ideal. Sostenía una pequeña gemita entre sus garras, lo que le daba el pequeño toque.

Y aún así de fascinada, me retiré indignada del lugar. Más allá de su precio – el cual era bastante razonable para lo que era aquella pequeña pieza exclusiva –, fue la actitud del tipo. “¿Es para un hombre? Mira, le va a encantar. Es algo totalmente exclusivo, masculino.” Lo quería para mí, para mi propio espacio. No para un hombre, demonios.

Molesta iba caminando, hasta que siento que mi celular se movía. “¡No sabía ni que tenía señal!”. Era mi buen amigo, Luis, que iba caminando por la playa y se había acordado de mí. Le contesté algo confundida, pensando que podría haber pasado algo – para bien o para mal.

En fin, era solo un tierno gesto por saludarme y preguntar cómo estaba. Mi problema fue que, después de todo, era demasiado bueno como para ser verdad: perdía la señal y la batería. Sí: “batería baja”. Que enojo me vino.

Pero pensando en aquella pequeña sutileza fue que me tranquilicé. Tuve que decirle que habláramos más tarde por problemas técnicos, pero no pude volver a comunicarme con él. En la casa en la que estábamos no tenía ni un mínimo intento de señal, y luego crucé la frontera del país.

Así que, amigo, si llegas a leer esto, espero te contente igual que a mí cuando me llamaste. Perdona por no haberte devuelto el llamado, espero me entiendas. Ya sé que cuando cambie mi celular, debo pedir el que tenga más capacidad de señal antes de lo bonito que sea.

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