Desde el primer día que llegamos a la clínica estaba este señor, anciano en silla de ruedas con su sombrero y lentes de sol.
Me parece haber escuchado alguna vez que su nombre era Adolfo, pero no estoy tan segura de ello - tal vez se referían a su hijo, el que llegaba siempre alrededor de las seis de la tarde.
Lo acompañaba mucho su señora, bueno más bien la señora que yo le atribuí, puede ser su hermana, pero se ven tan lindos juntos que me gusta pensar así.
Lo primero que me llamó la atención del anciano de mirada impenetrable fue la cantidad de sueros y cables que rodeaban su casual sombrero, negro y simple. No logré entender o deducir su verdadero problema como para pasar meses (tal vez cuánto tiempo antes que you habñía llegado a pasar sus tardes en la sala de espera, junto a su señora e hijo) en la clínica, la verdad nunca pude verle muchos progresos ni vi si habló alguna palabra - maldita mascarilla blanca, sólo me hacía dudar cuántos dientes habrá tenido el señor.
Bueno al menos lo veía acompañado la mayor parte del tiempo que estaba fuera de su pieza - sí, sí sé cual es el número de su habitación en el cuidado intensivo coronario, pero no sé porqué sacaron su nombre desde el segundo día que llegué-. Al menos estaba la enfermera de turno, por lo que solo nunca estaba.
Me hubiera gustado mucho presentártelo, mamá. Al menos que lo hubieras alcanzando a ver. Nos hubiéramos reído mucho con anécdotas del señor de los lentes oscuros y sombrero negro, siempre en silla de ruedas y tan pacífico y misterioso. Te hubiera gustado.
-ElectroChemicals- Las falacias de una persona comiendo manzana.
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25 de agosto de 2007
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